miércoles, 25 de julio de 2012

Nunca sabrás a qué huele Bagdad



El domingo llegó desde Barcelona mi amigo Genís y con él, una maleta llena de ropa que tenía en mi armario de Barcelona. Fue una agradable sorpresa recibir ese paquete, como si fuera un regalo de navidad. Pero lo mejor fue cuando, curioso, me dispuse a oler una camiseta que hacía meses que no veía. El olor que tenía impregnado era el de mi casa y me transportó en cuestión de segundos a miles de kilómetros en pocas décimas de segundo. Fue como viajar en el espacio, pero también en el tiempo y en los recuerdos. Cuando uno ve una foto o escucha una canción, puede recordar esos momentos o lugares; pero cuando uno reconoce un olor, la sensación de proximidad es mucho mayor, porque lo que hueles existe, está en el aire, y ¡vive! Aprovecho para recomendaros un libro que habla de la anosmia, una enfermedad en que las personas carecen de olfato. Con el título de esta entrada, en este maravilloso relato, la autora, Marta Tafalla, nos cuenta cómo nunca llegó a conocer el buen olor de las sopas de su madre, o reconocer el peligroso olor del gas, o no saber si la leche estaba pasada. Pequeñas cosas del día a día que nos parecen obvias pero que no lo son. Su sueño: llegar a oler algún día los bazares de la ciudad de Bagdad.

3 comentarios:

arantza dijo...

molt teva aquesta entrada, fan com ets de les olors! :-) a que huele Rio?

Ferran Porta dijo...

Això, això: sabries dir a què fa olor, Rio?

Toni dijo...

Doncs depèn del barri on et moguis: pots passar d'olor a cansalada fregida, fum de cotxe, pixums i deixalles a olor de mar i selva tropical.