Tener
una simple tarjeta de débito/crédito en Brasil ha sido toda una odisea digna de
un poema épico homérico. Para tener todos los documentos que me pedían ya tuve
que esperarme casi 2 meses, hacer colas y pasar días y días yendo de un lugar
para otro. Cuando ya tenía todo lo que necesitaba fui a abrir mi cuenta: esperé
40 minutos en una oficina con dos personas atendiendo a una velocidad
apabullante hasta que la mujer de ventanilla, arrastrando las palabras como si
le costara articular sonidos, me contó que iría a Barcelona. En eso ya perdimos
como diez minutos, mientras el resto seguía esperando.
Entonces
empezamos el juego del Burócrata, un juego que me encanta y que sólo se puede
jugar aquí en Brasil. Se necesitan dos personas para jugar: un funcionario
aburrido y un ciudadano necesitado de un servicio. El funcionario empieza a
pedir un papel, el ciudadano lo entrega; el funcionario no queda satisfecho y
pide otro papel y el ciudadano arremete con otro documento. Así hasta que te
pillan por algún lado con documentos que no sabías ni que existían. Creo que lo
único que no me pidió esa mujer grotesca fue el nombre de la pasta de dientes
que usa mi abuela. Me quedé helado cuando después de dos meses tratando de
abrir una cuenta, la funcionaria me dijo que ahora tenía que volver a la
policía federal (no recomiendo a nadie eso) y demostrar que era hijo de mi
madre. ¿Hola? No le servía ni mi pasaporte, ni mi visado de permanencia emitido
por la misma policía federal en el cual constaba el nombre de mis padres.
“Aquí cada
uno quiere un papel distinto”, me dijo ese ser ensombrecido por el paso de los
años en la gruta oscura de esa entidad bancaria. Indignado por esa sandez y
dudando de las afirmaciones monótonas de esa mujer me fui a la agencia de al
lado, donde un chico aceptó mi documentación y en 30 minutos me abrió la
cuenta. ¡Viva la coherencia!
La tarjeta
llegó al cabo de un mes. Yo todo feliz fui a probarla. Pero no funcionó. ¿Por
qué? “Es que hay que volver al banco para que la activen”, me explicaron. Ah bueno,
pensaréis… ¡Error! La tarjeta sólo se podía activar en la oficina donde abrí la
cuenta y eso queda lejos de donde trabajo. Esa oficina sólo abre de 10h a 16h y
como mi horario es de 8h a 18h, ¿alguien me cuenta cómo me las arreglo? Bueno,
por suerte existe la hora del almuerzo. Salgo corriendo, cojo el metro y llego
a la oficina: una cola que llega hasta la puerta del banco. Total, 40 minutos
esperando y sin haber comido, para empezar el juego del Burócrata: ese día me
faltaba un documento de identidad, porque claro, como tengo cuatro diferentes,
nunca sé el que me van a pedir y andar con los originales siempre encima es
peligrosísimo porque si los pierdes tienes que volver a empezar de cero.
Al día
siguiente volví y activé la tarjeta. ¡Por fin! No, Toni, no… ¡Qué iluso pobre
de mí! Cuando quise utilizar la tarjeta no pasó. ¿Pero ahora qué? “Es que has
activado la opción débito, ahora hay que activar la opción crédito”. Bueno, vuelvo
al banco. Pero esta vez no me piden los cuatro documentos de identidad con los
que yo ya iba: me piden la cartera de trabajo (libreta donde el empresario que
te contrata anota lo que ganas). Y nada, regresa mañana y haz cola de nuevo… Después
de casi cuatro meses aún no puedo utilizar mi tarjeta. ¿Qué papel me van a
pedir mañana? Estoy intrigado…
1 comentario:
M'ha recordat tant tant tant al "Vuelva usted mañana" de Larra!!
http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/lrr/12923858616709384876213/p0000001.htm#I_1_
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