miércoles, 13 de junio de 2012

Juego del Burócrata

Tener una simple tarjeta de débito/crédito en Brasil ha sido toda una odisea digna de un poema épico homérico. Para tener todos los documentos que me pedían ya tuve que esperarme casi 2 meses, hacer colas y pasar días y días yendo de un lugar para otro. Cuando ya tenía todo lo que necesitaba fui a abrir mi cuenta: esperé 40 minutos en una oficina con dos personas atendiendo a una velocidad apabullante hasta que la mujer de ventanilla, arrastrando las palabras como si le costara articular sonidos, me contó que iría a Barcelona. En eso ya perdimos como diez minutos, mientras el resto seguía esperando. 

Entonces empezamos el juego del Burócrata, un juego que me encanta y que sólo se puede jugar aquí en Brasil. Se necesitan dos personas para jugar: un funcionario aburrido y un ciudadano necesitado de un servicio. El funcionario empieza a pedir un papel, el ciudadano lo entrega; el funcionario no queda satisfecho y pide otro papel y el ciudadano arremete con otro documento. Así hasta que te pillan por algún lado con documentos que no sabías ni que existían. Creo que lo único que no me pidió esa mujer grotesca fue el nombre de la pasta de dientes que usa mi abuela. Me quedé helado cuando después de dos meses tratando de abrir una cuenta, la funcionaria me dijo que ahora tenía que volver a la policía federal (no recomiendo a nadie eso) y demostrar que era hijo de mi madre. ¿Hola? No le servía ni mi pasaporte, ni mi visado de permanencia emitido por la misma policía federal en el cual constaba el nombre de mis padres. 

“Aquí cada uno quiere un papel distinto”, me dijo ese ser ensombrecido por el paso de los años en la gruta oscura de esa entidad bancaria. Indignado por esa sandez y dudando de las afirmaciones monótonas de esa mujer me fui a la agencia de al lado, donde un chico aceptó mi documentación y en 30 minutos me abrió la cuenta. ¡Viva la coherencia! 

La tarjeta llegó al cabo de un mes. Yo todo feliz fui a probarla. Pero no funcionó. ¿Por qué? “Es que hay que volver al banco para que la activen”, me explicaron. Ah bueno, pensaréis… ¡Error! La tarjeta sólo se podía activar en la oficina donde abrí la cuenta y eso queda lejos de donde trabajo. Esa oficina sólo abre de 10h a 16h y como mi horario es de 8h a 18h, ¿alguien me cuenta cómo me las arreglo? Bueno, por suerte existe la hora del almuerzo. Salgo corriendo, cojo el metro y llego a la oficina: una cola que llega hasta la puerta del banco. Total, 40 minutos esperando y sin haber comido, para empezar el juego del Burócrata: ese día me faltaba un documento de identidad, porque claro, como tengo cuatro diferentes, nunca sé el que me van a pedir y andar con los originales siempre encima es peligrosísimo porque si los pierdes tienes que volver a empezar de cero. 

Al día siguiente volví y activé la tarjeta. ¡Por fin! No, Toni, no… ¡Qué iluso pobre de mí! Cuando quise utilizar la tarjeta no pasó. ¿Pero ahora qué? “Es que has activado la opción débito, ahora hay que activar la opción crédito”. Bueno, vuelvo al banco. Pero esta vez no me piden los cuatro documentos de identidad con los que yo ya iba: me piden la cartera de trabajo (libreta donde el empresario que te contrata anota lo que ganas). Y nada, regresa mañana y haz cola de nuevo… Después de casi cuatro meses aún no puedo utilizar mi tarjeta. ¿Qué papel me van a pedir mañana? Estoy intrigado…

1 comentario:

Cris Ruano dijo...

M'ha recordat tant tant tant al "Vuelva usted mañana" de Larra!!
http://bib.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/lrr/12923858616709384876213/p0000001.htm#I_1_